Valenciennes: conocida por su rica historia minera y manufacturera, Valenciennes combina una impresionante arquitectura con un ambiente urbano muy animado. Con museos como el de Bellas Artes y un efervescente panorama artístico local, la ciudad invita a sumergirse en su oferta cultural. Todas las personas que visitan Valenciennes encontrarán lo que buscan, ya sea un ambiente urbano o una desconexión total. Sube a la cima de una escombrera y contempla tres siglos de historia minera, recarga las pilas observando aves desde el agua en el Etang du Vignoble, pedalea a lo largo de la frontera belga y haz una pausa en un «café rando», uno de esos locales pensados para senderistas. Los visitantes pueden disfrutar de especialidades culinarias locales como el «welsh», un sabroso plato de queso, mientras animan a los ciclistas. Las concurridas plazas de Valenciennes son una auténtica muestra del espíritu dinámico de la ciudad.

Dunkerque: famosa por su animado carnaval con bandas de música, gigantes y su célebre lanzamiento de arenques desde el balcón del ayuntamiento, la ciudad es toda una mezcla de historia y encanto costero. Descubre su pasado marítimo en el Museo de Dunkerque 1940 o sube a la cima del campanario de Saint-Eloi, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, para disfrutar de las vistas panorámicas de la ciudad y el mar. Relájate en las playas de arena que se extienden a lo largo de la costa y saborea el marisco fresco, los mejillones con patatas fritas, un plato de potjevleesch o una buena cerveza artesanal en un estaminet (una típica taberna local).

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