Si algo podemos reconocer y agradecer en este Tour de Francia es la profusión de sorpresas. Cada día aparece un elemento para dejarnos ojipláticos: un resultado inesperado, una exhibición espectacular, un abandono afligido. Compungidos aun por la retirada de Remco Evenepoel en el Tourmalet, nos maravillamos con la cabalgada de Thymen Arensman y soñamos con un maillot amarillo todavía en disputa cuando Tadej Pogacar contestó a las aceleraciones de Jonas Vingegaard con un demarraje endeble. La carrera está viva, sin duda, y parece en disposición de ofrecernos emociones.
Este domingo, el pelotón abandonará los Pirineos en dirección a Carcassonne, ciudad medieval devenida en un clásico moderno de la Grande Boucle con su cuarta meta en las últimas ocho ediciones, siempre precedidas de un trazado rompepiernas. Dos de ellas se resolvieron con un sprint reducido para beneficio de Mark Cavendish (2021) y Jasper Philipsen (2022); la primera de la serie, con una fuga numerosa resuelta por Magnus Cort (2018). En esta ocasión, el recorrido se adentra en su segunda mitad por una serranía de toponimia sugerente, la Montaña Negra, para toparse con dos ascensiones largas que incluyen el Pas du Sant (2ª), un muro de casi tres kilómetros a más del 10% de pendiente media tras el cual quedarán 13 fatigosos kilómetros de falso llano antes de emprender el descenso hasta la meta.
Con el pelotón exhausto propio del final de la segunda semana, la escapada parece contar con más papeletas que los velocistas. Cort está aquí con Uno-X para repetir, pero no podemos descontar ni mucho menos las opciones de titanes como Mathieu Van der Poel (Alpecin-Deceuninck) o pujantes como Romain Grégoire (Groupama-FDJ). Atentos a la presencia de hombres que hayan quedado fuera de la contienda por la general y busquen recuperar en la Montaña Negra lo perdido en la montaña pirenaica.