La existencia es una suma de la realidad y los elementos que superponemos en ella. Vivir con los ojos limpios sólo es posible cuando somos niños, puramente niños, y todavía no hemos desarrollado más conocimientos ni prejuicios que los escritos en nuestra biología. Ser conscientes de estos hechos nos permite dar un paso atrás cada vez que nuestra visión nos cerca, o nos limita; también abrazarnos a ella cuando nos espolea, o nos beneficia.
Este viernes, un Tadej Pogacar radiante tras decantar el Tour de Francia 2025 a su favor en el primer final en alto afronta una cronoescalada en Peyragudes en la que bien podría sentenciar la contienda. El esloveno dispone de dos buenos recuerdos superpuestos en los que regocijarse e impulsarse. Uno es la última llegada de la Grande Boucle en Peyragudes, hace tres años: una victoria clara sobre Jonas Vingegaard, única alegría de una semana final donde sufrió la dura derrota de la cual se vengó este jueves en Hautacam. El otro es la última cronoescalada del Tour, hace cinco años en La Planche des Belles Filles: la jornada que cambió las reglas del ciclismo tal y como lo conocíamos para inaugurar la ‘era Pogacar’, que es también la era de UAE Team Emirates como dominador, el entrenamiento en altura como religión y la nutrición como Santo Grial. El reto para todos sus rivales, empezando por Vingegaard, es contener lo incontenible.