Atisbamos la Ciudad de la Luz al final del túnel. Todos estamos cansados; la mayoría, directamente, abatidos. Tres semanas son muy largas, y aun así quedamos tantos con los deberes por hacer. Once equipos no han logrado ganar una etapa en este Tour de Francia. Con los Campos Elíseos reservada en buena lógica a los velocistas, y con ello a Jasper Philipsen, esta jornada en los Vosgos se percibe como la última oportunidad de dar la vuelta a un montón de Tours.
Es curioso: el Ballon de Alsacia fue el primer puerto que franqueó el Tour de Francia en toda su historia, allá por 1905, y sin embargo este macizo es una adición relativamente reciente a la Grande Boucle. Tal es así que la gesta de mayor relieve histórico que se ha firmado en el Petit Ballon y el Platzerwasel corresponde a una mujer, Annemiek van Vleuten, que en 2022 sentenció aquí en su favor la primera edición del Tour de France Femmes. Pocos ciclistas hay en el pelotón con circunstancias a la altura de tamaño logro. Uno, Thibaut Pinot, que corre en casa y se despide de la carrera que más le ha dado y quitado, parece señalado por la providencia. Si no es él, un último capítulo del duelo entre Jonas Vingegaard y Tadej Pogačar que ha ejercido de hilo narrativo de este mes de julio (y de este año) sería también una degustación a la altura de estos paladares malacostumbrados que nos gastamos los aficionados en esta época dorada del ciclismo.