Hay ciclistas que disputan las etapas de montaña; unos pocos que las disfrutan; y una buena parte del pelotón que simplemente las atraviesa, como quien se mete en un túnel con la única esperanza de que éste no se hunda antes de llegar al otro extremo. Pensemos en velocistas como Caleb Ewan (Lotto-dstny) o Phil Bauhaus (Bahrain Victorious), que no han podido superar estos días tan delicados y difíciles para ellos. Pensemos en quienes, como Jasper Philipsen (Alpecin-Deceuninck) o Dylan Groenewegen (Jayco-AlUla), se han camuflado en la ‘grupeta’ para sobrevivir y cuidar al máximo sus piernas. Y pensemos, también, en los que como Mads Pedersen (Lidl-Trek) o Wout van Aert (Jumbo-Visma) han cumplido con su equipo estos días porque son algo más que hombres rápidos y su aportación es valiosa incluso en las jornadas que menos se adaptan a sus cualidades.
Para ellos, para todos ellos, es esta jornada de Bourg-en-Bresse. Es aparentemente plana: una perfecta huida de los Alpes sin mayor complicación que unos cuantos repechos en la parte media de la etapa y un último a 15 del final. El gran reto será controlar posibles escapadas durante algo más de cuatro horas. Las piernas llegan muy justas, y las emociones también. Está siendo un Tour de Francia durísimo. Vendrá bien respirar, y atisbar la Ciudad de la Luz al final del túnel.
