Esto es increíble. Me he pasado todo el Tour de Francia intentando coger fuga, sabiendo que tenía buenas piernas, y sin llegar a acertar con el movimiento justo. Hoy sí se ha dado. Guillaume Martin y yo hemos trabajado bien juntos todo el día. En el penúltimo puerto, he decidido no cebarme y coronar a mi ritmo porque estaba habiendo ataques, no sé si en busca de los puntos de la Montaña o qué. Confiaba en entrar en el descenso, pero en algún momento he temido que se me estuviera yendo la carrera. Por suerte, he logrado empalmar de nuevo. De acuerdo con Guillaume, he apretado para atrapar a los fugados que iban por delante. Ha habido un momento de duda, con toda la gente mirándose… y he atacado.
30 kilómetros en solitario se pueden hacer muy largos; nunca sabes qué va a pasar. Había arrancado desde muy lejos, sí, pero sabía que había viento de cola en la parte final y confiaba en mis fuerzas. Si construía una renta suficiente mis rivales se quedarían sin referencia visual y eso jugaría en mi favor. En esos kilómetros finales es mejor ir solo a tu ritmo que acompañado y respondiendo a ataques. Además, mi compañero Guillaume [Martin] hizo un gran trabajo por detrás para anular los intentos de atraparme.
En los últimos kilómetros me han acompañado las fuerzas y han pasado muchas cosas por mi cabeza. Pensaba mucho en mi hija Iraia, que hoy cumple 4 años. Esta mañana había estado hablando con ella, para felicitarla. El ciclismo tiene esa parte dura: estás mucho tiempo fuera de casa y te pierdes muchos momentos especiales. En la celebración de meta me he agarrado la oreja, y he mostrado cuatro dedos como los cuatro años que cumple Iraia.
