En un mundo saturado de estímulos y espectáculos, preñado de emociones y artificios, es muy fácil confundir copas con oros. Al fin y al cabo las carreras, como las capitales, se parecen cada vez más entre sí, precisamente por un ansia de diferenciarse que rara vez se culmina con éxito. Por eso se agradece que sucedan etapas tan singulares como la séptima y la octava de este Tour de Francia: porque nos recuerdan por qué ésta es la carrera más grande del mundo y avivan nuestro interés por el ciclismo.
Este domingo, la novena etapa de esta inolvidable Grande Boucle se plantea como un más difícil todavía. Los corredores estarán aun más mermados que en jornadas precedentes: es el noveno día de esfuerzo consecutivo, venimos de dos disputados a cara de perro, nos enfrentamos a un extenuante recorrido plagado de subidas largas, sostenidas unas e irregulares otras. Por si fuera poco, también la lluvia y el frío se han invitado a la gran ronda francesa esta semana. Aunque su exhibición camino de Le Grand-Bornand nos sugiera lo contrario, el recién encumbrado Tadej Pogacar (UAE Team Emirates) tiene una larga lista de rivales: para empezar, las circunstancias. París todavía está lejos. Mantengamos el interés.