Atraviesa Saint-Étienne un tranvía cuya bocina suena igual que cualquier otra, pero mucho más a menudo por cuanto sus raíles surcan calles peatonales y eso le obliga a abrirse paso entre la masa. En masa recorrió ayer el pelotón los 230 kilómetros entre Belfort y Chalon-sur-Saône, y valió porque no había retos más allá de no quedarse cortado en un mal látigo. Pero hoy, entre Mâcon y Saint-Étienne, no valdrá el aborregamiento. Los raíles están dispuestos por el Macizo Central, franqueando siete puertos de distinta entidad e innumerables repechos igual de dañinos para las piernas y peligrosos para la táctica. A los ciclistas les tocará apresurarse para subirse al tranvía correcto: a esa fuga que amenace el maillot amarillo de Giulio Ciccone, o a ese grupo con todos los favoritos y algún velocista versátil que se empeñe en clavarse a su asiento con la esperanza de apuntarse la victoria en meta.
Retos deportivos
13 julio 2019
- 04:12
El tranvía