La mejor frase jamás concebida sobre el peso, la importancia y la naturaleza insobornable de la estrategia la dejó dicha Mike Tyson: “Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe el primer puñetazo”. Simon Guglielmi (Arkéa-Samsic), valeroso y esforzado escapado en solitario durante la primera mitad de la etapa de ayer, se quejaba amargamente en la meta de Bordeaux: “Es una lástima que nadie quiera partir a la aventura; si seguimos así, cada vez habrá más sprints”. Lo cierto es que, en el Tour de Francia, todo el mundo tiene un plan; y la etapa más plana de esta edición de la Grande Boucle no era la más propicia para la fuga.
Limoges, en cambio, “puede ser buena para la escapada”. Lo dice Mathieu Van der Poel (Alpecin-Deceuninck), lanzador de lujo de Jasper Philipsen que en esta octava etapa ejercerá probablemente de estilete. El tercio final del recorrido está jalonado de repechos; la meta, de hecho, pica para arriba. Nadie mejor que el neerlandés en esta suerte… con permiso de su eterno rival Wout van Aert (Jumbo-Visma), que en la víspera incluso se permitió el lujo de descolgarse del pelotón para ahorrar el máximo de fuerzas posible. Todo apunta a una resolución mano a mano entre dos superclases; un buen plan de sábado.