Consecuencias de la tecnificación del ciclismo: cada vez hay menos diferencias entre los mejores. Es por ello que ahora ciclistas y equipos se espían con fruición en busca de ventajas competitivas, revistiendo la intuición con una pátina de datos, respaldando los conocimientos de toda la vida con ciencia. Y se llegan a conclusiones tales como que a Tadej Pogacar le convienen más los esfuerzos explosivos y a Jonas Vingegaard los repetidos; que al esloveno le van las bonificaciones, y al danés las largas etapas de montaña. Se llega al Grand Colombier y UAE Team Emirates tira con furia buscando que haya el máximo de bonificaciones en juego. Pogacar logra ocho segundos de renta sobre Vingegaard y lo celebra como “una victoria en la lucha por el maillot amarillo”. Y esa lucha está en un pañuelo porque, efectivamente, las ventajas son tan mínimas como nueve segundos, que es una décima parte de lo que tardarás en leer este breve texto.
Ventaja competitiva es lo que tuvo Ion Izagirre el jueves, deslizándose hacia Belleville-en-Beaujolais, y hace siete años, en el descenso del Joux Plane hacia Morzine. El español de Cofidis es un excelente bajador y, en aquella última ocasión en que el Tour de Francia acabó en esta coqueta ciudad alpina tras el vertiginoso trayecto cuesta abajo desde el Col du Ranfolly (la otra cara del Joux Plane), contó con el apoyo añadido de la lluvia para trompicar a sus rivales. Quien quiera ganar hoy sábado deberá ser excelente tanto en el ascenso como en el descenso; probablemente necesite, también, maestría para defenderse en una probable fuga tan numerosa como poderosa. En cuanto a los favoritos de la general, tendrán terreno de sobra para aventurarse en busca de esa ventaja que tan cara se cobra y se paga en este ciclismo.