Muy por detrás de Eddy Merckx, Bernard Hinault o incluso Mark Cavendish, cerca de trescientos corredores solamente han paladeado una vez lo que se siente al ganar una etapa en el Tour. Desde ahora hasta que dé comienzo la carrera el próximo 7 de julio, letour.fr rememora la trayectoria de 10 campeones cuyo palmarés se limita a un día de gloria. En el Tour de 1956, Jean-Pierre Schmitz escribió una página gloriosa en la historia del ciclismo luxemburgués al adjudicarse una etapa pirenaica en la que se esperaba la aparición de su compatriota Charly Gaul.
Es difícil olvidar que el primer ganador no francés del Tour fue un luxemburgués. En 1909, François Faber se convertía así en el pionero de una dinastía en la que se inscribiría poco después Nicolas Frantz. Precisamente este doble ganador del Tour en 1927 y 1928 dirigía a un equipo mixto luxemburgués (¡en el que también había ingleses y portugueses!) que preparaba el desembarco de Charly Gaul en el Tour de 1956. El año anterior, Gaul había vuelto a poner al Gran Ducado en el mapa del ciclismo tras subirse al podio (3.o) y adjudicarse el gran premio de la montaña. Ahora bien, el «Ángel de la Montaña» viajaba con un compañero de promoción que estaba a su altura. Jean-Pierre Schmitz se presentó en su primer Tour con algunas gestas memorables a sus espaldas, como un 2.o puesto en el Critérium del Dauphiné de 1954 o una medalla de plata en los Mundiales de Frascati (Italia) a finales del verano de 1955. Nadie contaba con él en el Tour de 1956, pero «Jempy» estaba más que decidido a tomar el relevo en caso de que su amigo y jefe de filas fallase en algún momento.
Y el momento llegó. En la salida de Pau para la segunda etapa pirenaica, Gaul dejó entrever algunas carencias… y sus compañeros de equipo recibieron luz verde de Nicolas Frantz para intentar ir a por todas. Había llegado la hora de Schmitz, quien se colocó detrás del grupo de escapados de ese día, se mantuvo al acecho en la subida al Col d’Aspin y después se lanzó como una bala en el descenso para atacar en solitario en Peyresourde y volar hasta Luchon. Al día siguiente, Pierre Chany describía así en L’Equipe la gesta de Schmitz: «El ‘luxemburgués de recambio’ protagonizó un avance prodigioso en los puertos de montaña. He aquí la prueba: tras pasar junto al pelotón a ocho minutos de distancia de los escapados a 54 kilómetros de meta, el señor Jean-Pierre atravesó la línea final con nada más y nada menos que 2’08’’ de ventaja sobre Fernand Picot, el segundo en llegar a Luchon». Tras haber dejado patente su talento, Schmitz no volvería a encontrar ocasiones de verdad para agrandar su palmarés, abocado casi siempre al papel de segundo de a bordo de Charly Gaul, en especial cuando venció en la ronda gala en 1958. A cada uno lo suyo.